Economía sin lágrimas
¿A qué “normalidad” regresaremos? ¿A la de LEA y JLP?
12-mayo-2009
- La mala noticia es simple y fácil de entender: Es imposible regresar a “la normalidad” de ayer. Lo que nos ha pasado y la forma cómo hemos enfrentado la emergencia, ha hecho imposible regresar a las condiciones que privaban antes del brote de influenza.
La palabra de moda ya no es “influenza” y el “salvamos a la humanidad” tuvo cortísima vida; la primera —que dominó la vida y discurso nacional estas últimas semanas— ha sido sustituida por lo que aparece ante una parte no menor de la clase política como un triunfo: “La normalidad”.
Hoy, el nuevo mantra —En el hinduismo y el budismo, sílabas, palabras o frases sagradas, generalmente en sánscrito, que se recitan durante el culto para invocar a la divinidad o como apoyo de la meditación— es “normalidad”. Es la palabra mágica que domina el escenario para convencernos que todo pasó, que las cosas a partir de ayer regresaron al estado que guardaban antes de “la emergencia” la cual, exitosamente enfrentada permitió salvar a México y sus habitantes y como beneficio colateral, salvar a la humanidad.
En consecuencia dado el regreso a “la normalidad” que nadie ha definido, convendría preguntarnos a qué normalidad volveremos. Es pregunta obligada dada la renuencia de millones de mexicanos —antes del salvamento de la humanidad— a vivir en aquélla. ¿La que nos anuncian, será la de los decapitados, encostalados, entambados, balaceados, “carraqueados” y asesinados mediante métodos nada modernos?
¿Acaso esa “normalidad” es la de Pemex, CFE y Luz y Fuerza: corrupción, ineficiencia y cinismo y complicidad en las relaciones obrero-patronales además de un desfase de decenios ante la realidad que vive la industria petrolera en el mundo? ¿Regresaremos a “la realidad” de miles de escuelas sin sanitarios y agua corriente pero con maestros que por los resultados que muestran sus alumnos, deberían ellos ser los estudiantes? ¿Regresaremos a la aberración de la colegiatura de 25 centavos por año?
¿Será, por el contrario, “la normalidad” a la que volveremos la que hoy sostiene a tanto legislador —federal, estatal o asambleísta— cuya gran aspiración es terminar la educación primaria -al menos en cuanto a nivel de conocimientos se refiere—? ¿Seguiremos padeciendo “la realidad” del desprecio sistemático de la legalidad y olvido eterno de la necesidad de construir un Estado de derecho?
Por lo demás, ¿regresaremos a la práctica nefasta de los gobernadores, de gastar sin el menor control y sin rendir cuentas? ¿Regresaremos a “la realidad” de los recursos públicos producto de más endeudamiento por negarnos —¡Todos!— a llevar a cabo una verdadera reforma fiscal? ¿Será, al final del día, que todos queremos regresar a “la normalidad” de la docena trágica con un déficit de las finanzas públicas similar a los que causaron la debacle total de la economía? ¿Regresaremos a “la realidad” que describe Carlos Ahumada en su libro?
Estas y preguntas similares deberíamos plantear pues de responderlas objetivamente nos daríamos cuenta del nivel dramático del deterioro del país. Una vez respondidas, pasemos a la que creo es fundamental: ¿En serio creemos que México puede recuperar lo que funcionarios y políticos llaman hoy, “la normalidad”?
La mala noticia es simple y fácil de entender: Es imposible regresar a “la normalidad” de ayer. Lo que nos ha pasado y la forma cómo hemos enfrentado la emergencia, ha hecho imposible regresar a las condiciones que privaban antes del brote de influenza. No nos hagamos ilusiones de un regreso a lo que se fue; dejemos de lado el simple deseo que solo pretende ocultar limitaciones estructurales y una visión caduca de los problemas y la forma de hacerles frente.
La nueva realidad que “la influenza” ha generado deriva, no del peligro del virus que la causa sino del país chafa que es México; es lo que hemos construido. No busquemos en virus alguno lo que fácilmente se explica por la corrupción, ignorancia y la cobardía para llevar a cabo los cambios que desde hace muchos años debimos haber realizado.
El virus, lo único que hizo fue exhibir nuestra realidad; por ello, le deberíamos estar agradecidos.
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