SABINA BERMAN
17 de mayo del 2009
1. Las elecciones del 2009 siguen en el horizonte próximo, y los contendientes principales seguirán siendo el PRI y el PAN.
Con tono denso y pausado, de patriarcas antiguos, los líderes priistas no se cansan de recordarnos en los medios y en sus comerciales que fueron ellos los que construyeron este país en el siglo XX. Construyeron su infraestructura y sus instituciones y hasta sus ceremonias de poder. Más que decirlo, lo dejan tácito: nosotros sí sabemos gobernar, nosotros somos fiables.
Astutamente, los panistas han elegido la estrategia de recordarnos muy directamente cómo es que los priistas construyeron todo eso. Con corrupción, con simulaciones, administrando una relación con el crimen organizado.
¿Qué pueden replicar a eso los priistas? Ahí están, para probar que los priistas no se han reformado, el góber precioso, Mario Marín, impune. Arturo Montiel, cobijado por su sucesor priista, Peña Nieto, impune. El líder corrupto del sindicato petrolero, priista, sospechosísimo de corrupción e impune. Y etcétera y etcétera.
No, los priistas prefieren contestar a la manera priista. Esquivando el tema. Con elegantes descalificaciones. Muchacho pendenciero, alcanza a decir la presidenta del PRI al presidente del PAN. Como si ambos, los dos presidentes de partido, olvidaran que hoy día el joven pendenciero dirige el partido en la presidencia.
No los dejes regresar, concluye el PAN en sus anuncios. Y las encuestas muestran que los electores están escuchando y cambiado su voto del PRI al PAN.
Tan lento es ya el dinosaurio del PRI, tan atrapado en su propio vicio de simulación, que no acierta a replicar directamente con lo obvio: el PRI carece de un proyecto de país para el futuro, pero el PAN tampoco lo tiene.
La publicidad panista se refiere a dos acciones grandes del gobierno federal. La creación de muchas guarderías y otras instancias de ayuda pública, y la guerra frontal contra el narcotráfico. ¿Pero son la guerra y la ayuda social un proyecto de país?
El presidente del PAN promete más guerra frontal contra el narcotráfico porque, según lo explica en un anuncio en internet, nada se puede construir en el pantano movedizo de la corrupción y la ilegalidad. Supongamos que así es, pero de nuevo, ¿qué es eso que ha de construirse en la tierra firme y quemada que deje la guerra?
Cabe preguntarse también: si los electores no alcanzamos a saber cuál es el proyecto de país del PAN, ¿lo sabrán acaso los panistas?
2. El PAN ha sido históricamente el partido afiliado a la Iglesia católica. ¿Significa eso que es el partido que está en contra de las libertades individuales? Eso quieren entender los ultras del PAN. ¿O significa solamente que los panistas están por la libertad de credos?
Eso alegan los centristas del PAN. En la realidad, los ultras prohíben besos, groserías, minifaldas, píldoras anticonceptivas, y los centristas les dan un manotazo y los hacen recular. Pero ambos grupos están por el veto contra el aborto y los centristas no se atreven a expresarse con claridad sobre la eutanasia ni las sociedades de convivencia ni ninguna otra de las libertades civiles.
El PAN se ha ostentado como el partido de los empresarios. ¿Significa eso que son los liberales que nuestra economía necesita desde hace un siglo? En la realidad, los panistas no han deshecho ni los monopolios privados ni los estatales. Se han acomodado en el capitalismo de monopolios amafiados al poder que el PRI les heredó. Su deuda con el empresariado de la clase media sigue intacta.
El PAN ha prometido dos veces una revolución educativa. Una vez lo hizo el presidente Vicente Fox, la otra el presidente Felipe Calderón. La realidad es que la educación no ha sido reformada, ya no digamos revolucionada, por los gobiernos del primero y del segundo. ¿Entonces qué? Además de buenos estrategas para ganar las elecciones, ¿en qué ha convertido la práctica del poder a los panistas?
3. Al PAN le urge repensarse. Redefinirse. Releer a los economistas liberales. Tachar las tentaciones teocráticas. Acaso leer a los sociólogos liberales –aunque acaso acá ya sueño yo–. Le urge llenar de contenido los vacíos que los ajustes con la realidad han creado en su núcleo idealista y atreverse a decir: no somos estos, somos estos otros.
Al PAN le urge, en suma, articular un proyecto viable de país que trascienda las elecciones y la guerra. No debe extrañarnos si, antes del día del voto, este gobierno panista asesta un golpe brutal al PRI al destapar la conexión de un connotado priista con el narcotráfico. Es de manual para ganar elecciones, y para desgracia del PRI tiene a más de un miembro que puede ser circulado como la víctima perfecta. Pero aun entonces, y acaso con más premura, el PAN debe aplicarse a la tarea de tramar una respuesta a la pregunta que realmente debiera importarle.
¿Para qué quiere el poder el PAN?
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