Catastrofistas de efecto retardado
La maldición de Fox
Carlos Fernández-Vega
Desde el arranque formal de la crisis económica quedó claro que uno de los países más afectados sería México. Lo advirtieron organismos nacionales, regionales e internacionales, públicos y privados; académicos y grillos, sabios y novatos en el arte de sortear este tipo de sacudidas, de las que los gobiernos neoliberales destacan como empedernidos coleccionistas. Todos, pues, menos el inquilino de Los Pinos y su excelente equipo económico, uno de los mejores del mundo” (Calderón dixit).
De hecho, desde enero pasado –tres meses antes de la emergencia sanitaria– el propio gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, confirmó que el país “ya está en recesión”, una aseveración que a Felipe Calderón le amargó momentáneamente su plácida estancia, por aquellos días, en el paradisiaco Davos, Suiza, donde departió con “el amigo” Ernesto Zedillo y juntos rieron por la desvergonzada “travesura” del Fobaproa.
No era la primera advertencia, pero ante lo obvio, la recesión, el inquilino de Los Pinos sacó su libreta de frases de ocasión para “responder” a Guillermo Ortiz: “yo creo que tan malo es generar expectativas sobradas o infundadamente optimistas (verbigracia, la teoría del “catarrito”), como generar expectativas cada vez más negativas y deterioradas que también pueden carecer de fundamentos sólidos”. De hecho, dijo, “el propio Banco de México ha variado frecuentemente sus propias estimaciones de crecimiento económico”. Y tenía razón: de “crecimiento cero” en 2009, la llevó a una caída de 1.8 por ciento del PIB en enero, y de allí a un desplome de 4.8 por ciento, al cierre de abril pasado.
Con ese sólido “fundamento”, Calderón y su “excelente equipo económico, uno de los mejores del mundo”, reforzaron la “estrategia” de fingir demencia ante lo evidente: el cada día más pavoroso tiradero provocado por la crisis y su enorme costo social, mientras desde Los Pinos sólo emitían versiones “infundadamente optimistas” hasta el ridículo. Agotado el esquema, que no el acto de fingir demencia, se abrazaron de la emergencia sanitaria para “justificar” que, “ahora sí”, la economía mexicana está en recesión.
Pero algunos adelantados lo advirtieron desde meses atrás. Por ejemplo, Carlos Slim a comienzos de febrero pasado: “no quiero ser catastrofista, pero viene lo peor; ante el colapso económico el producto interno bruto se va a desplomar; va a haber desempleo como no lo hemos visto desde los años 30; van a quebrar muchas empresas chicas, medianas y grandes, van a cerrar comercios, se verán locales cerrados por todos lados, los inmuebles estarán vacíos. Será una situación muy delicada. No quiero ser catastrofista, pero hay que prepararse para prever, y después no estar llorando… No cabe duda que el PIB mexicano se va a desplomar, se va a caer, va a ser negativo, ya desde el último trimestre del año pasado, no sabemos cuánto dure, pero va a ser muy fuerte el efecto. Ahí es donde yo digo: el producto interno bruto va a ser negativo, va a ser sustancialmente negativo por la caída del petróleo y de la exportación, entre otras cosas, y las consecuencias también internas”.
Y la respuesta de Calderón a esos adelantados fue: “lo importante no es ver quién genera el pronóstico más grave o quién es capaz de infundir el mayor temor entre los mexicanos, sino qué es lo que cada quien, desde su trinchera y desde su responsabilidad, desde su capacidad de acción, puede hacer por México… No pregunten qué puede hacer el país por ustedes, pregúntense qué pueden ustedes hacer por su país (Kennedy dixit)… Y me parece que hoy mismo debemos preguntarnos qué es lo que podemos hacer por México… La crisis de 1995 provocó una caída de 7 por ciento de la economía, destruyó más de 10 por ciento del empleo formal del país y redujo más de 40 por ciento el poder adquisitivo del salario, pero esta turbulencia no será tan grave”. Lo dijo justo en pleno terremoto cambiario, que desplomó el tipo de cambio del peso frente al dólar, con la economía en la lona, la cancelación de 750 mil empleos en 2008 y la mayor tasa de desocupación abierta en el país.
Lo mismo sucedió en marzo y abril (a la vista de todos, el profundo deterioro económico y social), pero de igual forma “reaccionó” el inquilino de Los Pinos y su “maravilloso equipo económico”. Los indicadores cayeron y cayeron, pero la risita calderonista se mantuvo. Muchos meses desperdiciados con discursos fatuos e “inyecciones de confianza” para una sociedad de por sí incrédula y hastiada de sus “gobernantes”.
Mucho tiempo de deterioro acumulado, de indicadores a la baja, de pérdida masiva de empleo, de inflación al alza, de crisis profunda y deuda social creciente. Pero aquí no pasa nada (versión oficial). Y de repente… ¡zas!, explota la emergencia sanitaria, que el inquilino de Los Pinos y su “maravilloso equipo económico” utilizan como chivo expiatorio, para, en 15 días, culparla de ser la causante de que, ahora sí, la economía mexicana entró en recesión. Qué vodevil tan rascuache.
¡Y Fox juraba que los mexicanos “me van a extrañar”!
Las rebanadas del pastel
De la libertad de expresión y el no pago para que me peguen: “al presentar su informe anual 2008, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, condenó que la revista La Tijereta, que dirige el periodista Tulio Ortiz Uribe, sea sometida ‘a medidas de discriminación’ por el gobierno del estado de Baja California Sur, encabezado por Narciso Agúndez, ‘a causa de su línea editorial crítica de la administración pública’. El organismo, con sede en Washington DC, recordó que uno de los enunciados de su Declaración de Principios subraya que la asignación arbitraria y discriminatoria de publicidad oficial ‘con el objetivo de presionar y castigar, o premiar y privilegiar, a los comunicadores sociales en función de sus líneas informativas, atenta contra la libertad de expresión y debe ser prohibida por ley’, y agrega que ‘los gobiernos y los órganos públicos nunca deben abusar de su custodia de las finanzas públicas para tratar de influir en el contenido de la información de los medios de prensa; el anuncio de publicidad debe basarse en razones de mercado’”.
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