Problemas genéticos.
Rafael Cardona
e-mail: racarsa@hotmail.com
Periódico: La Crónica de hoy.
Fecha: 18 de junio del 2007.
Si alguna vez los ingenieros en genética o los biogenetistas herederos del doctor Guillermo Soberón terminan el “mapa” genómico de los mexicanos, lo interpretan y hallan en él algunas claves, habrán conseguido explicarnos quizá entonces algunos de los misterios congénitos de la nacionalidad.
Primera, nuestra imposibilidad de jugar bien al fútbol. Y no lo digo por nadie en particular, pero hoy por hoy la única revelación maravillosa de la “era Hugo Sánchez” en la selección nacional es cómo los ratones verdes se convierten en cangrejos verdes.
Otras de nuestras imposibilidades genéticas consisten en saltarse la ley. Ya no digamos vivir sin violar todo cuanto se hace para ser respetado —de la convivencia a la gramática—, sino para perdonar a quien lo hace. Somos, en muchos sentidos un país perfecto: nadie sufre castigos, luego entonces nadie es culpable; así pues, no tenemos delincuentes ni sabemos de pecadores.
Los casos relacionados con Carlos Ahumada y el pillo profesional y patrocinador de la Revolución Democrática, René Bejarano, son demasiado sabidos y comentados para volver a ellos, pero donde más se nota esta ausencia de pudor en las violaciones a la ley es en las filas del Partido Acción Nacional. Los panistas han resultado, en términos generales peores.
Cuando Felipe Calderón buscaba la candidatura presidencial contra Santiago Creel quien contaba con todo el apoyo de la pareja presidencial, sostuve con él una larga entrevista, de casi una hora de duración, en la cual el tema dominante fue la corrupción en su partido y la necesidad de regresar (ellos) a sus principios fundacionales. Reconocía el actual presidente cómo la inmoralidad se había filtrado en la estructura partidista y hablaba con cierto sentimiento de la necesidad de enmendar el camino en muchos sentidos. Cuando acabó la conversación, casi como para explicar su campo ético de actuación política, me dijo simplemente “soy más panista que foxista”.
Pero hoy no sabemos si el PAN es panista o ha sido para siempre contaminado por la corrupción del foxismo. Hoy vemos cómo el maridaje entre partido y gobierno, no ha producido el sano respaldo político del PAN hacia el régimen, pero sí en cambio la impunidad de funcionarios incrustados en el aparato público al amparo (como en los peores tiempos del PRI) de la militancia y la utilidad en el equilibrio de las facciones y la protección de los negocios de grupo.
Por eso lastima la inteligencia ciudadana este juego de espejos en el cual se miran los panistas cuando pregonan una ética nunca realizada. Los casos de Alfonso Ramos Rocha, quien es funcionario de la Profepa a pesar de una inhabilitación de la Contraloría queretana; o de Carmen Segura Rangel, hoy protegida por el fuero de la Asamblea de Representantes cuando su inhabilitación de 20 años fue usada como un yo-yo en el juego de las conveniencias bendecido por el domador en turno de ese elefante blanco llamado SEFUPU, cuya utilidad German Martínez le embarra al “camembert”.
No tendríamos necesidad de recordar en esta breve suma el caso de un recomendado de Manuel Espino en la oficina de comunicación de la Presidencia en tiempos de Fox, a quien rechazaron por sospechas de colusión con narcotraficantes. Ya no tiene caso, pero el caso existe. Y están los casos vergonzosos de Sari Bermúdez y Reyes Tamez en la innecesaria Biblioteca Vasconcelos cuya pésima edificación y dispendios la hicieron además del todo inútil y altamente costosa.
No han aprendido a gobernar, pero sí asimilaron como por ósmosis o fotosíntesis el enorme e interminable catálogo de la corrupción nacional cuyo credo inicial de personas decentes y católicas nos iba a librar a todos los mexicanos. Si no han hecho una patria ordenada y generosa, sí han logrado una nación de verticalidad tracalera. Es decir, de arriba para abajo.racarsa@hotmail.com
Rafael Cardona
e-mail: racarsa@hotmail.com
Periódico: La Crónica de hoy.
Fecha: 18 de junio del 2007.
Si alguna vez los ingenieros en genética o los biogenetistas herederos del doctor Guillermo Soberón terminan el “mapa” genómico de los mexicanos, lo interpretan y hallan en él algunas claves, habrán conseguido explicarnos quizá entonces algunos de los misterios congénitos de la nacionalidad.
Primera, nuestra imposibilidad de jugar bien al fútbol. Y no lo digo por nadie en particular, pero hoy por hoy la única revelación maravillosa de la “era Hugo Sánchez” en la selección nacional es cómo los ratones verdes se convierten en cangrejos verdes.
Otras de nuestras imposibilidades genéticas consisten en saltarse la ley. Ya no digamos vivir sin violar todo cuanto se hace para ser respetado —de la convivencia a la gramática—, sino para perdonar a quien lo hace. Somos, en muchos sentidos un país perfecto: nadie sufre castigos, luego entonces nadie es culpable; así pues, no tenemos delincuentes ni sabemos de pecadores.
Los casos relacionados con Carlos Ahumada y el pillo profesional y patrocinador de la Revolución Democrática, René Bejarano, son demasiado sabidos y comentados para volver a ellos, pero donde más se nota esta ausencia de pudor en las violaciones a la ley es en las filas del Partido Acción Nacional. Los panistas han resultado, en términos generales peores.
Cuando Felipe Calderón buscaba la candidatura presidencial contra Santiago Creel quien contaba con todo el apoyo de la pareja presidencial, sostuve con él una larga entrevista, de casi una hora de duración, en la cual el tema dominante fue la corrupción en su partido y la necesidad de regresar (ellos) a sus principios fundacionales. Reconocía el actual presidente cómo la inmoralidad se había filtrado en la estructura partidista y hablaba con cierto sentimiento de la necesidad de enmendar el camino en muchos sentidos. Cuando acabó la conversación, casi como para explicar su campo ético de actuación política, me dijo simplemente “soy más panista que foxista”.
Pero hoy no sabemos si el PAN es panista o ha sido para siempre contaminado por la corrupción del foxismo. Hoy vemos cómo el maridaje entre partido y gobierno, no ha producido el sano respaldo político del PAN hacia el régimen, pero sí en cambio la impunidad de funcionarios incrustados en el aparato público al amparo (como en los peores tiempos del PRI) de la militancia y la utilidad en el equilibrio de las facciones y la protección de los negocios de grupo.
Por eso lastima la inteligencia ciudadana este juego de espejos en el cual se miran los panistas cuando pregonan una ética nunca realizada. Los casos de Alfonso Ramos Rocha, quien es funcionario de la Profepa a pesar de una inhabilitación de la Contraloría queretana; o de Carmen Segura Rangel, hoy protegida por el fuero de la Asamblea de Representantes cuando su inhabilitación de 20 años fue usada como un yo-yo en el juego de las conveniencias bendecido por el domador en turno de ese elefante blanco llamado SEFUPU, cuya utilidad German Martínez le embarra al “camembert”.
No tendríamos necesidad de recordar en esta breve suma el caso de un recomendado de Manuel Espino en la oficina de comunicación de la Presidencia en tiempos de Fox, a quien rechazaron por sospechas de colusión con narcotraficantes. Ya no tiene caso, pero el caso existe. Y están los casos vergonzosos de Sari Bermúdez y Reyes Tamez en la innecesaria Biblioteca Vasconcelos cuya pésima edificación y dispendios la hicieron además del todo inútil y altamente costosa.
No han aprendido a gobernar, pero sí asimilaron como por ósmosis o fotosíntesis el enorme e interminable catálogo de la corrupción nacional cuyo credo inicial de personas decentes y católicas nos iba a librar a todos los mexicanos. Si no han hecho una patria ordenada y generosa, sí han logrado una nación de verticalidad tracalera. Es decir, de arriba para abajo.racarsa@hotmail.com
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