">Los jóvenes y el Altísimo
">Un telescopio para Karam
Carlos Fernández-Vega
La Jornada
30 junio 2009
Con la novedad de que el más reciente descubrimiento del inquilino de Los Pinos (los jóvenes no creen en Dios, porque no lo conocen”, carencia de la que derivan todos los problemas económicos y sociales de la juventud) de inmediato sacudió al planeta, y a partir de dicho hallazgo la comunidad de naciones entendió de qué se trata. En México, por ejemplo, en unos días más alrededor de 22.5 millones de jóvenes mexicanos (casi 30 por ciento de la lista nominal y del padrón electoral) de 18 a 29 años de edad demostrarán si sus carencias dependen o no de creer en o conocer al Altísimo.
Alrededor de la mitad de esos 22.5 millones de jóvenes mexicanos, de acuerdo con información de la Organización Internacional del Trabajo, sobreviven entre la falta de oportunidades laborales y educativas, la carencia de seguridad social y la imposibilidad de lograr una mejoría en su bienestar, y, en el mejor de los casos, la ocupación en la informalidad o la emigración, sin que ello implique que la otra mitad tenga las mejores condiciones. Si esos más de 10 millones de mexicanos –que a todas luces “no creen en Dios”– deciden asistir a las urnas y dar al sistema político las gracias por los favores recibidos, fácilmente pueden definir los comicios del 5 de julio y hacia dónde tendría que caminar el país.
En las brillantes campañas que han desarrollado los candidatos el tema de los jóvenes brilla por su ausencia. Cuando bien va se limita a la clásica frase “más instalaciones deportivas para la juventud”, las cuales, dicho sea de paso, nunca se construyen. Nadie atiende las urgencias y carencias reales de este segmento poblacional, pero cuando se trata de un puesto de “elección popular” todos están sobre él en pos del sufragio. Así que no se sorprendan con los resultados de los próximos comicios.
Sólo faltan cinco días, pero en vía de mientras, el Banco Mundial contribuye a entender qué consecuencias tienen los jóvenes que “no creen en Dios”, no sólo en México, sino en el planeta. De acuerdo con su numeralia (con datos a 2005) el balance es el siguiente: los jóvenes de los países en desarrollo conforman el segmento de mayor crecimiento de la población mundial, pues más de la mitad de los cinco mil millones de personas que viven en estas naciones son menores de 25 años. En este contexto, los jóvenes no sólo son el futuro, sino también el presente: de la población mundial, casi 3 mil millones son personas menores de 25 años, y 85 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años vive en estos países.
Mil 400 millones de niños nacerán en el mundo entre 2005 y 2010; 92 por ciento de ellos lo harán en países en desarrollo. La cantidad de nuevos nacimientos aumentará a 2 mil 700 millones antes de 2025. Los jóvenes tienden a ser el grupo más vulnerable de la sociedad, y generalmente, cuando la comunidad internacional “analiza estrategias e implementa proyectos destinados a mejorar los estándares de vida”, las voces de los jóvenes son las menos escuchadas.
Unos 238 millones de jóvenes sobreviven con menos de un dólar al día, es decir, 25 por ciento de las personas que viven en condiciones de extrema pobreza en el mundo: alrededor de 133 millones de personas entre 15 y 24 años no saben leer ni escribir; otros 130 millones de niños no asisten a la escuela; entre un tercio y la mitad de los jóvenes cuya edad fluctúa entre los 15 y los 24 años carece de empleo en muchos países en desarrollo; a nivel global los jóvenes constituyen 41 por ciento del total de desempleados; cerca de la mitad de los nuevos infectados de VIH/sida son jóvenes menores de 25 años; alrededor de 12 millones de jóvenes viven con VIH/sida; en los países más afectados, las proyecciones apuntan a que alrededor de 75 por ciento de los jóvenes de 15 años morirá a causa de sida en el futuro.
Ese es el doloroso panorama para miles de millones de jóvenes a lo largo y ancho del planeta (los mexicanos incluidos, desde luego), quienes sobreviven en una realidad brutal que a nadie interesa ni pretende modificar. Sobreviven en condiciones verdaderamente alarmantes, tienen que resolver, como puedan, el día a día. Para el caso mexicano, como apuntamos en la entrega de ayer, los números más recientes indican que al cierre del primer trimestre de 2009 alrededor de 60 por ciento de los desempleados en México tienen entre 14 y 29 años, es decir cerca de un millón 280 mil personas, de acuerdo con el Inegi; de éste total, alrededor de 870 mil con edades que van de 20 a 29 años. La mayor parte de la población económicamente activa es joven y 56 por ciento de ella obtiene un ingreso de entre uno y tres salarios mínimos, al tiempo que 64 por ciento carece de seguridad social. De enero a marzo de 2009, el año del “catarrito”, alrededor de 200 mil jóvenes de entre 14 y 29 años perdieron su empleo. Desde que el citado predicador se instaló en Los Pinos, más de 300 mil mexicanos en las edades referidas han perdido su plaza laboral, sin considerar los que en el periodo se incorporaron por primera vez al mercado laboral y muchos de ellos lo consiguieron, pero en Estados Unidos.
¿Y todavía pretenden que crean en Dios?
Las rebanadas del pastel
De por sí hereje, al autor de estas líneas se le torció la inspiración divina en latín, y en la entrega de ayer escribió un horroroso ora pro novis, cuando lo correcto es ora pro nobis. Varios de los siempre generosos y atentos lectores alertaron a este tecleador sobre el pecado cometido, por lo que humildemente reconozco la tentación de la carne y solicito su perdón, y de pasadita el del Altísimo, no vaya a ser que quiera cobrar la factura. Una vez confeso, se propone la realización de una colecta nacional para comprarle al director general del IMSS, Daniel Karam, el telescopio más grande que exista en el planeta con el fin de que así puede encontrar, entre la siempre bien organizada documentación del Instituto, el inventario de beneficiarios (léase parientes y amigos de quienes están “al servicio de México”) por la jugosa cuan mortífera subrogación de guarderías. Lo anterior, con base en que transcurridos 25 días de la tragedia en Hermosillo, los dilectos funcionarios de tan prestigiado organismo público aún no lo dan a conocer.
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